Pànico moral y antipolìtica
17/5: Dia contra la homolesbotransfobia
El odio como política es parte de una estrategia que convoca el despliegue de una rabia feroz con mayor o menor capacidad performativa, pero ya frecuente en los escenarios de gobierno regional y mundial. El odio organizado se arroga la misión de desterrar al wokismo. Woke es el término que los antiderechos usan como eufemismo despectivo para referirse al enfoque de derechos humanos en las políticas públicas; a la idea de que la diversidad es una cualidad del ser humano y no un desvío a corregir; a la noción de que hay un tipo de violencia que ocurre en el marco de las relaciones de género, etc. Las derechas resumen el lenguaje, reclamo y acciones de los movimientos sociales, feministas y LGBTIQ+ en una plataforma de necesidades poco relevantes. Privilegios de minorías, que algunos hipócritas que se creen moralmente superiores, quieren impartir desde el Estado.
La homolesbotransfobia parece un capricho intelectual, un trabalenguas para denunciar la falta de respeto; y la violencia, incluso silenciosa que no se recorta en el lenguaje o en una narrativa de gobierno. No se agota en la literalidad de la discriminación y la violencia física. La falsa protección de las personas LGBTIQ basada en la idea de que para no padecer violencia es preferible que asuman una identidad pública normalizada y vivan su identidad en privado es violencia. Y esa violencia se ejerce en espacios primarios: la familia y la escuela.
La voluntad de exotizar nuestras existencias, o encausarnos en normas aceptables, o privatizar nuestros cuerpos, no resuelven los grandes problemas. Los gobiernos reaccionarios insisten en patologizar todo lo que no encaje en su catálogo de ciudadanos de bien y empujan a los derechos sexuales al closet para aliviar su pánico moral. Y sus aliados tribunean las luchas por la ampliación de derechos desde posiciones maniqueas que alertan sobre el uso político de los derechos humanos.
Siempre habrá oposición a la naturalización de la desigualdad que jerarquiza unas vidas respecto de otras. Esa violencia se vive en los hogares. Una de las herramientas transformadoras es la educación sexual integral. No adoctrina, aloja. No calla, Habilita la palabra. Y es política.